El uso del aceite de árbol de té se remonta a las prácticas medicinales de los aborígenes australianos, quienes aprovechaban sus potentes propiedades curativas para tratar heridas, quemaduras, picaduras de insectos e infecciones cutáneas. Usaban las hojas del árbol de té para crear cataplasmas que aplicaban directamente sobre las zonas afectadas, reconociendo su capacidad para desinfectar y acelerar la cicatrización.
El árbol de té fue introducido en la medicina occidental en el siglo XX, cuando se descubrieron sus propiedades antimicrobianas. Desde entonces, ha sido ampliamente utilizado en la cosmética natural y en productos de cuidado personal, especialmente para tratar problemas de piel como el acné, eczema y psoriasis, así como en productos para el cuidado del cabello y el cuero cabelludo.